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En la primeras moradas la Santa plantea desde su visiòn mìstica de las séptimas moradas la antìtesis entre la gracia y el pecado. Son simbolismos de la gracia (I, 1,1; 2,1) la visiòn luminosa della persona como morada de Dios (Jn 14,23) piedra preciosa y jaspe cristalino (Ap 21,11), paraìso de Dios (Prov. 8,1) fuente clara (Ap 22,1, àrbol de vida (Ap 22,2; Sal 1,1), la ciudad y morada santa, trasparente como el cristal (Ap 21,21). Sin embargo la persona en pecado la describe con esos simbolismos fundamentales que abundan en la Biblia: un cuerpo paralìtico, tiniebla y oscuridad. Dios a su vez, que mora dentro del alma es como fuente de luz (Ap 22,5; I, 2,1-3) manatial de agua viva (I, 2-1-3) sol (I 2, 1-3). El demonio se transfigura en àngel de luz (2 Cor 11,14; I, 2,15). Un simbolismo que repite en otras ocasiones (V, 1,1; V 1,5).
En las segundas moradas no abundan los simbolismos, pero se revelan algunas pinceladas importantes de caràcter pedagògico, concentrado en el tema de la lucha y de la perseverancia [...] semejantes imàgenes podemos encontrar en el moment de la prueba que es caracterìstico de las terceras moradas: la vida de la gracia es como casa que hay que guardaar (Mt 24,43;III 1,2).
En la quarta moradas [...] he aquì un breve panorama de sìmbolos con sus posibles reminisciencias bìblicas: la oraciòn de la quarta moradas como manantial y surtidor interior de agua viva o como brasero de fuego en el que se echan perfumes olorosos. La figura del nino amantados a los pechos de su madre (sal 131,2; Is 66,10-14a; IV 3,10) el silbo del Rey Pastor (Sal 22; Zac, 10,8; Ez 34,13-14; IV 2,6). Tambien ilustra la interiorizatiòn del l'alma que se retira a su interior como el movimiento del erizo o de la tortuga (IV, 3,3).
Las quintas moradas se caracterizan por los simbolismos de la uniòn y de la trasformaciòn de la persona. (Continua)
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